14 septiembre 2007

YSABEL

Jorge se sentó en el suelo, se encontraba cansado después de un día tan completo de viaje… Cerró los ojos y liberó sus sentidos: podía oír perfectamente el aire que acariciaba las hojas de los robes y nogales de su alrededor, grandes hojas que comenzaban a tornar sus colores, de un verde brillante a un amarillo apagado hasta terminar en un marrón casi rojizo, a lo lejos el sonido del arroyo cercano le trajo recuerdos de días felices, días con sus hermanos jugando en el río. De repente comenzó a soplar una suave brisa que le proporcionó una agradable sensación de fresco, ya que el sol comenzaba a calentar pese a encontrarse en los primeros días del otoño. Poco a poco su cuerpo se dejó llevar a otro mundo, fue arrastrado por a los brazos de Morfeo que le llevó a ese mundo en el cual no había persecuciones, ni tenía que huir, en el que podía pasarse días enteros en la misma ciudad disfrutando de todo, haciendo sus malabares, paseando o sencillamente quedarse sentado observando a la gente pasar, era un mundo de paz… Así estuvo, en medio de sueños imposibles, hasta que el ruido de unos cascos le hizo salir de su ensoñación y una oleada de pánico recorrió su cuerpo.