YSABEL
Miró una vez más al sillón, ahí estaba el vestido. Probablemente fuera el más bonito que había visto en su vida, de un blanco tan brillante que a ratos pensaba que dañaba la vista y se sentía tan hermosa con él… Pero la sola idea de volvérselo a poner la angustiaba pues sabía que el tiempo se le agotaba y que ese momento se acercaba y si no ponía remedio acabaría casada con ese bastardo, eternamente humillada e infeliz, sabiendo que su amor fue en busca de fortuna para poder estar con ella. No podía fallarle, tendría que hacerlo todo esa noche, antes de que llegara el alba o estaría sentenciada.
“Sólo hay una solución” –se dijo- “iré a verla, ella podrá protegerme y ayudarme”.
Poco después se escabulló por los establos, tomó silenciosamente un caballo y comenzó a alejarse de la casa sin poder evitar que una lágrima se le escapara al ir viendo como dejaba atrás todo lo que había sido hasta ese momento su vida.
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